domingo, 31 de agosto de 2014

Mateo Alemán



Nacido el mismo año que Miguel de Cervantes, fue bautizado en la iglesia colegial de El Salvador el 28 de septiembre de 1.547. Su padre fue el doctor Hernando Alemán, posiblemente de origen converso, y que desde 1.557 ocupó el cargo de médico – cirujano de la Cárcel Real de Sevilla y su madre, segunda esposa de éste, Juana de Enero, hija de un comerciante de ascendencia florentina. Entre sus antepasados hubo un judaizante que murió abrasado en la hoguera.
Su educación fue esmerada, pues su padre se ocupó de enviarle a las mejores escuelas. Parece ser que empezó a estudiar Humanidades en el estudio de Juan de Mal Lara, graduándose de Bachiller en Artes y Teología (1.564) en la universidad llamada “Maese Rodrigo” de Sevilla. Después estudió Medicina en Salamanca y en Alcalá de Henares (Madrid), pero al morir su padre en 1.567 debió abandonar los estudios, ya que no figura en los libros de estas universidades como licenciado.
En el otoño de 1.568 Mateo Alemán está de vuelta a Sevilla en la más absoluta pobreza, y él y su madre reciben un préstamo del capitán Alonso Hernández de Ayala, a condición de que Mateo se casase con doña Catalina de Espinosa si no devolvía el dinero en el plazo establecido. El dinero no se devolvió y Alemán intentó aplazar el compromiso nupcial, pero ante las amenazas de encarcelamiento tuvo que casarse con doña Catalina, matrimonio de conveniencia que acabó años más tarde en separación.
Desempeñó varios oficios: fue recaudador del subsidio de Sevilla y su arzobispado; en Madrid fue nombrado contador de resultas de la Contaduría Mayor de Cuentas de Hacienda. Desde 1.573 volvió a residir en Sevilla, donde tuvo negocios de distinta índole, según se desprende de diversos documentos: en uno, vende una esclava morisca; en otro, negocia la compra de una capilla “para la cofradía de los Nazarenos”.
Le encarcelaron por deudas en 1.580 y estuvo recluido en la Cárcel Real de Sevilla durante dos años y medio, donde aprovechó para asimilar las costumbres de la vida criminal de los delincuentes y pícaros que luego iban a aparecer en su famosa novela “Guzmán de Alfarache”.
Aunque hizo información personal para pasar a las Indias, no llegó a embarcarse en aquel momento, desconociéndose los motivos.
En 1.583, Mateo Alemán se halla en Llerena (Badajoz), como juez de comisión encargado de cobrar unas deudas que varios particulares tenían con el Rey Felipe II. Su comportamiento en este oficio es severo e intransigente, lo que causa airadas protestas de los vecinos de Llerena y Usagre (Badajoz) que apelaron al Rey.
Este aparente abuso de autoridad le cuesta a Mateo Alemán su encarcelamiento en Mérida (Badajoz) y después en Madrid.
No obstante, en 1.593 viajó a Almadén (Ciudad Real) como juez visitador para inspeccionar las famosas minas de mercurio que la Corona había arrendado a los banqueros alemanes Fugger. La misión del escritor era averiguar el trato que recibían allí los galeotes condenados a trabajos forzados, entrevistando a algunos condenados que posiblemente debieron inspirarle algunos personajes de su obra “Guzmán de Alfarache”.
El celo del juez no debió agradarle a los Fugger, que logran que las indagaciones quedasen suspendidas y Mateo Alemán fuese apartado de ellas y fuese requerido en la Corte.
Una vez de vuelta a la Corte empezó a desarrollar su labor literaria, traduciendo varias odas de Horacio y escribió un prólogo para los “Proverbios Morales” de Alonso Barros (1.598). También escribió la primera parte de “Guzmán de Alfarache”, finalizada a finales de 1.597 y editada en 1.599. Esta obra, una novela picaresca, estableció el canon del género y alcanzó un gran éxito en España y parte de Europa, imprimiéndose en Munich, París, Londres y Colonia. Sin embargo, no consiguió ganarle dinero al libro, puesto que las muchas ediciones que salían, eran fraudulentas, enriqueciendo a desaprensivos editores.

En 1.601 volvió a Sevilla, donde vivió lleno de deudas, por lo que otra vez fue encarcelado en 1.602, hasta que lo sacó su pariente Juan Bautista del Rosso. Este mismo año se publicó en Valencia una segunda parte apócrifa del “Guzmán de Alfarache”, escrita por Mateo Luxán de Sayavedra, seudónimo del abogado valenciano Juan Martí. Una tercera parte, debida al portugués Félix Machado da Silva e Castro, marqués de Montebelo, aparecería hacia 1.650, mucho después de la muerte de ambos.
En 1.604 publicó en Sevilla la primera edición de su “Vida de San Antonio de Padua”, y en Lisboa la auténtica segunda parte del “Guzmán de Alfarache”. Abandonó a su mujer y comenzó unas relaciones íntimas con Francisca Calderón, quien le dio tres hijos.
En 1.608 consiguió, mediante soborno, autorización para viajar a México, ciudad a la que llegó viejo y cansado en unión de su amante e hijas, y donde entró al servicio del arzobispo fray García Guerra, con quien había trabado amistad durante la travesía.
En 1.609 publicó una “Ortografía castellana” que defendía la tendencia fonetista frente a la etimologista. En 1.613 escribió “Sucesos de don fray García Guerra, arzobispo de México, a cuyo cargo estuvo el gobierno de Nueva España", obra que incluye una oración fúnebre en memoria del prelado.
En 1.615 se sabe que residía en la localidad mexicana de Chalco. A partir de entonces no se tienen más noticias de Mateo Alemán, debiendo morir poco después en la misma miseria en que había vivido.
Mateo Alemán fue Hermano Mayor de la Hermandad del Silencio de Sevilla desde 1.576 hasta 1.595. Se encargó de redactar nuevas reglas con la ordenación de la cofradía, obras de caridad y rescate de los presos de la Cárcel Real, siendo aprobadas el 24 de abril de 1.578, posteriormente renovadas e ilustradas con dibujos del pintor Francisco Pacheco.
Concertó en dicha época la compra de la pequeña capilla del Santo Crucifijo y una parte del huerto en el Real Convento de San Antón, a la que se trasladó la cofradía del Silencio una vez completadas las obras en el año 1.582 y la Hermandad quedó establecida canónicamente.
Mateo Alemán vivió en la sevillana calle Redes, recibiendo alguna ayuda económica alquilando su vivienda a Lope de Vega, cuando éste venía a Sevilla.

martes, 12 de agosto de 2014

Manuel Fernández y González




Manuel Fernández y González.  (Sevilla, 6 de diciembre de 1821 - Madrid, 6 de enero de 1888) fue un novelista español de enorme fama en el siglo XIX.
Hijo de un militar, capitán de caballería, de ideas liberales, pasó su infancia y juventud en Granada, ya que en esta ciudad era donde su padre se hallaba encarcelado.
Realizó sus estudios en la Universidad de Granada, donde se licenció en Filosofía y Letras, y Derecho y donde, además, fue miembro de la tertulia “La Cuerda”. Escritor precoz, publicó su primer libro de poemas a los 14 años y su primera obra de teatro, “El bastardo y el rey”, mientras cumplía el servicio militar en el año 1.841 y su primera novela llega en 1.848, bajo el título de “El doncel de don Pedro de Castilla”.
Fernández y González, tras contraer matrimonio, en 1.850 se trasladó a Madrid con la intención de introducirse en los ambientes literarios, pero como mostrara excesiva arrogancia, impropia de un recién llegado, fue mal recibido y nunca llegó a ser admitido. Se vengó, de lo que él consideró una grave afrenta, hablando mal de los escritores consagrados en el periódico satírico “El diablo con antiparras”.
Llevó una vida bohemia que no interrumpió, ni siquiera, cuando sus narraciones alcanzaron un éxito muy superior a sus cualidades literarias, llegando a ser el autor más representativo de la novela por entregas o los llamados “folletines”, con frecuencia eran novelas históricas degeneradas en novelas de aventuras.
Este éxito le colmó de vanidad y soberbia que fue muy criticada por sus envidiosos contemporáneos, que contaron sobre ello numerosas anécdotas. Con las enormes ganancias que le reportaban la venta de sus libros, ya que las novelas por entregas y los folletines estaban en plena eclosión, se permitía todos los placeres mundanos.
Vivió una vida fastuosa y lucía un lujoso carruaje que llevaba las iniciales de su nombre y apellidos, M.F.G., que algunos malintencionados, envidiosos de su éxito comercial, traducían como “Fabrico Mentiras Grandes”.
Se fugó a París con una estanquera de la que estaba locamente enamorado, dejando algunas obras sin concluir. Para sobrevivir en esta ciudad publicó varios folletines en los diarios locales e hizo traducciones. La Revolución de 1.868 (La Gloriosa) le sorprendió en la capital francesa, y a su domicilio en París fue a visitarle la destronada Isabel II, amiga y admiradora del escritor.
De regreso a Madrid, en sus últimos años dictaba sus novelas a varios secretarios, entre ellos Vicente Blasco Ibáñez y Tomás Luceño, que las tomaban taquigráficamente.
Fernández y González falleció en la mayor pobreza, a causa de su dilapidador estilo de vida, malviviendo en sus últimos años gracias a la paga de una cátedra ofrecida por el Ateneo de Madrid, aunque su entierro revistió gran solemnidad, presidiendo el duelo el ministro de Fomento, señor Navarro Rodrigo, estando representadas todas las Academias, como asimismo todos los teatros de la ciudad, siendo muy numerosa la asistencia de escritores y periodistas.
Eran características suyas una imaginación calenturienta, cierta gracia andaluza e ingenio, una verbosidad excesiva, sobre todo en los diálogos (le pagaban por página escrita y ya se sabe que los diálogos rellenan folios con poco trabajo), una esencial falta de erudición sólida, cierto mal gusto y falta de sentido crítico y ponderación.
Escribió unas 300 novelas, poesías a la manera de José Zorrilla y algunos dramas. En sus novelas domina la acción sobre la descripción, eligiendo preferentemente temas históricos, legendarios y tradicionales, que demuestran claramente su nacionalismo.
Entre sus novelas destacan “Men Rodríguez de Sanabria” (1.851), “El doncel de don Pedro de Castilla”, sobre los tiempos de Pedro I el Cruel, “El cocinero de su majestad”, “El Condestable don Álvaro de Luna” (1.851), “Los siete infantes de Lara” (1.853), “Diego Corrientes. Historia de un bandido célebre” (1.866), “El Conde Duque de Olivares” (1.870) y “José María el Tempranillo. Historia de un buen mozo” (1.886).

lunes, 11 de agosto de 2014

José Javier Ruiz. Callejeos por San Lorenzo y San Vicente




JOSÉ JAVIER RUIZ. Sevilla 1964) es pediatra desde el año 1997, ejerciendo su actividad profesional en su ciudad natal, donde alterna su labor en el Centro de Salud La Plata, del Servicio Andaluz de Salud, con el ejercicio privado en el IHP de Sevilla.
Desde hace años indaga en el pasado de Sevilla, primero escribiendo diferentes novelas históricas: El Dilema del Arzobispo de Sevilla (2005), La Estirpe de Argantonio y el Periplo de un Tesoro (2007), Los Nordumani, el asalto vikingo a Sevilla (2009), ¡Rey de Ispali! (2010) y …Nos Tengan por Locos (2012), y después creando la Colección Callejeos por Sevilla, fruto de sus interminables paseos por su ciudad, Sevilla/ ciudad galana/ que comenzaste a vivir/ de un beso que la mañana/ con tintes de ópalo y grana/ dio al claro Guadalquivir, como la describiera en una ocasión Luis Montoto






Callejeos por San Lorenzo y San Vicente.  En buena medida, Sevilla, como tantas otras ciudades milenarias, es una amalgama de sucesos superpuestos y de personajes amontonados por el transcurrir de los años que, siglo tras siglo, han ido dejando sus sutiles improntas o sus evidentes rastros.
Porque el paso del tiempo no siempre conduce al olvido. No siempre.
Por eso es suficiente caminar con los ojos abiertos, con la mente lúcida y el cuerpo saciado para no dejar de advertir lo que de ellos la ciudad conserva y orgullosa, nos muestra.
Facilitar un itinerario que guíe al paseante por entre el laberinto que todo casco histórico representa y recordar hechos y personajes que una vez ocurrieron o existieron en los lugares por donde se transite, es el objetivo de estos Callejeos por Sevilla.



Algún día por esta calle  
de Santa Clara, en la paz  
de un atardecer de oro,  
pasará un hombre perdido  
hacia un afán inconcreto.  

Algún día sabrás olvidarte del tiempo y del espacio pero no del lugar. No es lo mismo. El tiempo se olvida fácilmente en esta ciudad sin tiempo, la urbe del almanaque inalcanzable. El espacio no existe. Los lugares sí. Sólo se descubren caminando con pies calzados de alma virginal dispuesta a vivir historias de ayer y de hoy, a oler aromas tangibles e intangibles, a contemplar con ojos del alma y del corazón. Callejear por esos lugares exige despojarse, el emperador Heraclio lleva siglos entendiéndolo en el coro del Hospital de la Caridad, de toda consideración previa. La ciudad, como la Semana Santa de Núñez de Herrera, no ha existido nunca. Sólo es capaz de nacer en resurrecciones de milagros que se abren bajo los pies del caminante sin prisas, del divagador sin prejuicios, del observador que mira con los ojos del Jano Bifronte de la Casa de Pilatos, frente y trasera cuidadas como en un buen paso de misterio, futuro y pasado, que la ciudad es el lugar y los lugares que la conforman.

Texto del prólogo de Manuel Jesús Roldán 

Emilio Durán. Calle del infierno



EMILIO DURÁN. Nace en Sevilla. Estudia y se licencia en Derecho por la Universidad Central de Madrid.
Tiene publicado en Poesía: Paralelo 40 - Exilio de pecho adentro - Ejercicio de retina - La luna de la Menara - Camino de Nadir - La dorada memoria de ese narciso - Catacumba de rosas - Blanco es el color de la paloma - Cartas son cartas - Mosaico de los amores perdidos - Santas Mujeres - Logia de conversos - Sólo memoria de la vida - Puerto de las Mulas- Itinerario de amor sobre un plano de Olavide.
En Prosa tiene publicada las novelas “La última batalla de Fernando de Abertura” (Premio “Camilo José Cela” de 1994) y “Cartas de amor a la condesa” , varios cuentos y multitud de artículos periodísticos. Obtuvo en 1991 el “Puente Zuazo” y en 2002 el “José Luis Acquaroni” ambos de relatos. En 2014 ha obtenido el “Tiflos” de Novela para escritores con discapacidad visual.
Fundador de los Pliegos de Poesía “El carro de la Nieve” y de la Editorial de mismo nombre, que se especializó en literatura erótica, y en la que publicó la antología “El dos de pecho”.
Fundador, así mismo, de las Hojas volanderas y de los Cuadernos “El Molino de la Pólvora” de creación literaria.




Calle del Infierno. Calle del Infierno es un relato con una gran cantidad de claves  donde el lector apresurado se creerá de inmediato poseedor de una clara interpretación.
Los topónimos que jalonan la novela, son una estratagema sibilina que no tiene otra finalidad que adornar la narración con un nombre hermoso. Es una especie de juego planteado con la intención  –no mal sana– de hacerle perder el rumbo en su  intento de descubrir al asesino.

María Sanz. Incienso y plata




MARÍA SANZ. Sevillana de nacimiento y vocación, publica su primer libro en 1981, y desde esa fecha han visto la luz más de una treintena de títulos, entre ellos Tu lumbre ajena (Edit. Hiperión, 2001), Dos lentas soledades (Huerga y Fierro Editores, 2002),  Tempo de vuelo sostenido (Ediciones Libros del Oeste, 2004), Voz mediante (Edit. Point de Lunettes, 2006), Lance sonoro (Publicaciones Gobierno de Aragón, 2007), Regazo e intemperie (Colec. Provincia, León, 2007), Hypnos en la ventana (Algaida Editores, 2009)  La luz no usada (Guadalturia, 2010);  Jardines de Murillo (Guadalturia, 2011) y Contrapunto (Guadalturia, 2012). En 2012 publica también Danaide (Fundación Lara), Premio Hermanos Machado de poesía.
En su apartado de poesía infantil aparecen los títulos Carrusel (Edit. Hiperión, Madrid 2003),  Cuentos con rima (Colección Caracol, Málaga 2006),  Nanas para dormir a una flor (Colección Caracol, Málaga 2010) y Las Islas encantadas (Colección Lecturia.Guadalturia, 2913)
Poeta ampliamente premiada y con su obra recogida en numerosas antologías, ha sido traducida a diversos idiomas, figurando asimismo en los sitios de internet “Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes” y “Diccionario de Autores de la Cátedra Miguel Delibes”.


Incienso y plata. Levedad del verso. Ausencia del manido ripio que recubre, como una costra de sensiblería, la piel literaria de la fiesta más hermosa del tiempo. De la más honda. De la única que es capaz de herirnos con el gozo. María Sanz lo sabe. Y lo ha escrito de puntillas, como pasa la Macarena. Exactamente igual. Nube de incienso y claridad de la plata.
Este libro es un canto de amor a la ciudad. Este libro huele a Semana Santa. Con eso está todo dicho.
(Del prólogo de Francisco Robles)

MISERICORDIAS

Un vuelo de vencejos rapta el aire vespertino de luces decadentes, de Alcazaba fugaz e infinita, anclada en el perfil oscuro de los naranjos cercanos. Misericordias en el azulejo de la Alianza, en los destellos rojizos que peregrinan más allá de Su imagen hasta el espejismo interior de otra cruz en el alma. Tiene tiempo todavía de ser nuestra la tarde, otra misericordia para los ojos elevados en el vuelo de los vencejos, lleno de la prisa de quien huye y desea, a la vez, permanecer en la sagrada memoria del misterio.

Francisco Robles y José Aº Zamora. Miradas



FRANCISCO ROBLES. (Sevilla, 1963) es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla. Profesor de Lengua Española y Literatura en excedencia. Actualmente es articulista de ABC y director La mañana de la COPE Sevilla. En Tele-Sevilla dirige y presenta el programa Cómo está Sevilla. Ha publicado Tontos de capirote, 1997. La feria de las vanidades, 1998. Las letras del cante, con José Luis Blanco Garza y José Luis Rodríguez Ojeda, 1998. El fútbol es algo más… que veintidós individuos corriendo detrás de una pelota, 1999. Cernuda para jóvenes, 2003. Monipodio, 2004. Poesía eres tú: Bécquer, el poeta y su leyenda, 2004. Mester de progresía: Teoría y praxis del progre ibérico o como quedarse con el personal, 2005. Historia de Sevilla, con Álvaro Pastor Torres, 2006. Semana Santa: antología literaria, 2006. Hijos de la Logse: claves para entender y superar el fracaso educativo, 2008. Trío de capilla, con Javier Rubio y Juan Miguel Vega, 2008. Un rancio en Nueva York. Sevilla, ciudad eterna. Alcázar de Sevilla. El Libro de las Horas. Sevilla en el espejo.



JOSÉ ANTONIO ZAMORA. (Sevilla, 1958) Ha obtenido numerosos premios en concursos nacionales de fotografía tanto de instituciones públicas como privadas, Ministerio de Cultura, Junta de Andalucía, Ayuntamiento de Málaga, Ayuntamiento de Sevilla, Kodak, etc. Es autor del cartel oficial de la Semana Santa de Sevilla de 1989. Colabora con varias agencias y multinacionales, EA Sports, Scania, Renfe, Barclays, Reebok, Liga ACB, Selección Española de Baloncesto. Ha publicado sus fotos en ABC, Diario 16, Interviú, Rutas del Mundo, Marco Polo, Don Balón, Gigantes del Basket, Marca, etc. Entre sus publicaciones destacan, Guía Oficial Expo 92, Sevilla Universal, El Cossio, Historia Universal del Arte, De tapa en tapa por Sevilla, Guía de Sevilla, Volver a Sevilla, Sevilla Monumental, con textos de Carlos Colón. En Algaida ha publicado tres libros de autor: Momentos, Vivencias: la Romería del Rocío y Pasiones: Semana Santa de Sevilla.





Miradas de la Semana Santa de Sevilla. En Semana Santa se vive. Y nada más. La mirada es la forma más pura de vivir. No hacen falta las palabras ni los sintagmas, los verbos ni las corcheas. Mirar es escuchar el acorde del silencio. Todo es forma y color. Todo es la transparencia del aire que se cuela por los ojos. Una y otra vez. Como si no pasara el tiempo. Como si fuera posible conservar en el cofre de la ilusión la mirada del asombro, la mirada del niño. Y quien crea que todo esto puede ser una repetición que lleva al hastío, que se vaya a la playa. Entonces comprenderá que la Semana Santa es como una mujer hermosa. O como el mar. Porque uno no se cansa nunca de mirarla.  

Antonio María Esquivel



Antonio María Esquivel y Suárez de Urbina.  (Sevilla, 1806-Madrid, 1857). Pintor español. Es común valorarle como el pintor más representativo y fecundo del romanticismo hispalense y uno de los más destacados de su época en España. Su vida, entre el orto y el ocaso, constituye un verdadero alegato romántico: nacido en familia de noble linaje, no obstante, se cría y crece en ambiente precario al morir su padre como héroe de Bailén; huérfano y pobre, pues, su madre se esfuerza para que aprenda en la Academia de Bellas Artes; con diecisiete años, se alista en defensa de la Constitución contra la causa absolutista del duque de Angulema; más tarde, en Sevilla, pasa apuros económicos, defendiéndose «a fuerza de vigilias y tareas» (El Museo Universal). Se casa con Antonia Ribas y necesita trabajar más, por lo que decide marchar en 1831 a la Villa y Corte acompañado de su paisano, colega y amigo Gutiérrez de la Vega.
Comienzan entonces para Esquivel tiempos de esplendor que debe cimentar con la obtención de premios y honores. Académico de mérito de la Real de San Fernando (1832), es nombrado colaborador artístico de El Siglo XIX y El Panorama y forma parte del flamante Liceo Artístico y Literario (1837).
Al año siguiente, cuando todo le iba bien, regresa a la luminosa Sevilla, en la que, paradójicamente, poco después, pierde la vista. Pese a la desesperanza, que casi le lleva a un fatal desenlace romántico, se intentó suicidar arrojándose al río Guadalquivir, no se arredra y, gracias a la generosidad de muchos, se cura en 1840. Al año siguiente, vuelve a Madrid en olor de multitud, en donde terminará sus días llevando a cabo, con moral segura y mirada altruista, una ingente labor artística.
A tal plenitud vital corresponde no menor fecundidad y vigor artísticos. Como académico erudito, impartió clases en la Academia madrileña, lo que le llevó como preceptista a publicar en 1848 su Tratado de anatomía pictórica, y poco antes dos monografías (José Elbo y Herrera el Viejo. El artista, 1847). También cultivó la crítica de arte, que él mismo soportó.

Como pintor se identifica plenamente con la era isabelina o romántica, mediante el sentimiento y la corrección estética de su obra. Su estilo, basado en un cierto eclecticismo que algunos califican de «templado», se caracteriza por un equilibrio técnico entre la corrección del dibujo y las calidades cromáticas. Su diversidad temática, por otra parte, le sitúa como nostálgico de los tiempos barrocos.
El retrato es esencial y definitorio en la obra de Esquivel, cuyo mérito, además del artístico, estriba en ilustrar la sociedad de su tiempo con valores históricos y afectivos. Comprometido con un género muy demandado, abordó numerosos ejemplares individuales, algunos en miniatura, de personajes prominentes en las sociedades madrileña y sevillana, así como diversos autorretratos, uno en el Museo del Prado.
También realizó dos magníficos colectivos que nos hacen recordar los retratos corporativos barrocos holandeses: Ventura de la Vega leyendo una obra a los actores del Teatro Príncipe (1846, Prado) y Los poetas contemporáneos. Una lectura de Zorrilla en el estudio del pintor (1846, Prado). El asunto religioso, soslayado en general en la pintura decimonónica, renace con Esquivel como continuador murillesco en la escuela hispalense.
No obstante, su interés se muestra algo tibio y artificioso, alejado del fervor que suscitaba en otros tiempos. Son numerosos los ejemplos dentro de este género: desde su primigenia Virgen del Rosario (1835), hasta su postrero Cristo de Quitapesares (1857). El cuadro de historia tiene en el pintor sevillano un carácter muy personal, literario y teatral, fruto del ambiente y formación románticos que vivió. Tal vez la obra más representativa de su estilo y técnica en este género sea La campana de Huesca (1850, Museo de Bellas Artes de Sevilla). También abordó, aunque en menor número pero con talento y éxito, otros dos géneros; académico uno, popular otro. El primero es el mitológico, por entonces olvidado, que interesó al pintor por el estudio del desnudo, la anatomía y el modelo, una de cuyas obras más representativas es El nacimiento de Venus (1838). El segundo, la pintura costumbrista, en boga por entonces en Sevilla y Madrid, le proporcionó medios para sobrevivir. Se trata de lienzos, como el titulado Joven quitándose la liga (1842), y de dibujos y acuarelas, como los reunidos en el Álbum romántico (1830-1850).


Rafael Cansinos Assens.



Rafael Cansinos Assens.  nació en Sevilla, calle de la Tinaja número 7, en 1882, hijo de Manuel Cansino de la Vega y Dolores Assens y Rodríguez. . A su familia, muy modesta y de recursos económicos escasos, pertenecía también la actriz y bailarina norteamericana Margarita Carmen Cansino, más conocida como Rita Hayworth.
Su educación fue profundamente cristiana de la mano de su madre, ferviente católica, y de las de sus dos hermanas mayores, que llegaron a ser novicias.
En octubre de 1892 ingresa en la escuela de párvulos, "sección de niños pobres", de los padres Escolapios, en la Plaza de la Paja. Se prepara para la primera Comunión y para hacer el grado en el Instituto. Si quería continuar los estudios tenía que obtener la calificación de sobresaliente. Dos años después en 1894 termina el primer año de Grado con sobresaliente en Geografía y matricula de honor en Latín. En octubre fallece su padre. con quince años, en 1898, fallecido su padre, se traslada con su familia a Madrid, ciudad que ya nunca abandonaría.
En 1897, después de terminar cuarto curso de Grado y el curso de Comercio, la familia se traslada a Madrid:. Cansinos se queda en Sevilla, se matricula pero no asiste a clases. En Diciembre la familia, enterada de su vida licenciosa que llevaba en la ciudad, le da instrucciones para que lo venda todo y se traslade a Madrid. Finalmente con quince años, en enero de1898, se traslada con su familia a Madrid, ciudad que ya nunca abandonaría.
Los primeros años en Madrid, rodeados de problemas económicos y cargados de bohemia,  empieza a relacionarse con el mundo de las letras de la capital a través de sus frecuentes visitas a la Biblioteca Nacional y comienza a investigar su apellido en libros de heráldica. Descubre el origen judío de su apellido y con el tiempo encontrará evidencias de que desciende de conversos. Toma cursos de alemán y salta de empleo en empleo sin solución de continuidad.
Hacia 1901 Pedro González-Blanco le pone en contacto con el Modernismo que le cautiva y conoce a Francisco Villaespesa; con él y otros jóvenes innovadores pasea por las calles madrileñas y recala en ciertas tertulias. Colabora en Helios (1903), Revista Latina y Renacimiento (1907). En esos años de comienzo del nuevo siglo participa activamente con el senador Ángel Pulido Fernández en una campaña filo-sefardí que tuvo por finalidad recuperar la memoria judía española. Escribe salmos. Frecuenta el Colonial y otros cafés de tertulia. Se hace periodista e irá relacionándose con el citado Villaespesa, Juan Ramón Jiménez, Emilio Carrere, Felipe Trigo, Rubén Darío, Rafael Lasso de la Vega, Gregorio Martínez Sierra, Carmen de Burgos, Ramón Gómez de la Serna, Antonio Machado y Manuel Machado, etcétera.

El Candelabro de los siete brazos (salmos), en 1914, modernista, pero publicada tardíamente, cuando ya esta estética empieza a periclitar. Por entonces tiene su propia tertulia en el Colonial, donde es animador de las vanguardias; tras venir a España el poeta chileno Vicente Huidobro en 1918 y fundar el Ultraísmo, cuando este se va asume la jefatura, liderato y patrocinio del movimiento en España a través de las revistas Cervantes y Grecia, aunque la verdadera portavoz del movimiento será la revista Ultra (enero de 1921 - febrero de 1922).
Publica su primera obra,
Al mismo tiempo mantiene una relación muy estrecha con la incipiente comunidad judía de Madrid, que en aquel entonces gira en torno a la figura de Max Nordau. En 1919 abandona el periodismo para dedicarse por completo a la literatura. Dirige la revista Cervantes, y colabora en otras como: Grecia, Ultra, Tableros. Su obra de aquellos años, excepto algunos textos que firmó con el seudónimo de Juan Las, no tiene nada de vanguardista, sino que hunde sus raíces en textos bíblicos. Es la época en la que se relaciona con Guillermo de Torre, Adriano del Valle, Xavier Bóveda, Vicente Huidobro y también con Jorge Luis Borges.
En 1919 pone por vez primera en español, traduciendo del inglés y francés, una antología talmúdica con el título de Bellezas del Talmud. Su prestigio como traductor irá en aumento basado en sus versiones de obras de Juliano el Apóstata, Iván Turguéniev, Lev Tolstói, Máximo Gorki, Max Nordau, etc.
En 1921, en El movimiento V.P, hace un retrato irónico de los protagonistas de las Vanguardias españolas, y en especial de la disolución del Ultraísmo.
Reconocido crítico literario, sus artículos, aparecidos fundamentalmente en La Correspondencia de España y en La Libertad, periódico este de tendencia republicana en que entra en 1925 y donde escribe hasta la Guerra Civil. Durante esta época publica un buen número de ensayos literarios y de índole diversa así como varias novelas.
Durante la Guerra Civil redacta unos Diarios principalmente en inglés, pero también en francés, alemán y árabe aljamiado, lo que hacía para practicar las lenguas que conocía; de idéntica manera están escritos los diarios a partir de los que redactó la Novela de un literato, que alcanzan hasta el principio de la contienda. Después de la Guerra Civil española, en la que había tomado partido por los derrotados, fue depurado por el régimen de Franco y privado del carné de prensa bajo la única acusación de ser judío.
Inicia así un largo exilio interior, dedicándose casi por entero a traducir para la Editorial Aguilar. De su firma irán apareciendo la obra completa de autores como Dostoievski, Schiller, Goethe, Balzac, Andréyev...
Todas estas obras las acompañaba de amplias biografías y estudios. Especial importancia tuvo también la primera traducción directa del árabe al español, y completa, de Las mil y una noches, con una monumental monografía introductoria.
De los años 50 es Mahoma y el Korán, biografía crítica y estudio y versión de su mensaje, publicado en una editorial bonaerense minoritaria, que acompaña de la traducción del Korán, nuevamente por primera vez en español en versión directa, literal e íntegra, y que fue publicada repetidamente hasta los años 60 por Aguilar en Madrid. En esos años oscuros también escribe un ensayo sobre el antisemitismo, (Soñadores del galut, conservado en la Biblioteca Nacional Argentina) y La novela de un literato (1982–1995).
, tres volúmenes que no son una novela, sino una especie de memorias colectivas, un retrato febril del Madrid literario y bohemio desde 1898 hasta 1936. Al parecer Aguilar le había prometido publicar el libro, pero cuando leyó el manuscrito, en 1961, lo rechazó por miedo a las querellas por alusiones y a la censura. Sólo lo publicaría, dijo, si hacía enormes cambios. Cansinos se negó, tras lo cual volvió a sumergirse en la oscuridad como una vieja ballena. sin embargo, La novela de un literato es un libro lleno de vida e incluso de una desaforada alegría que a veces se parece a la tristeza. Qué modernísima es su escritura, qué trepidante y ligera, grotesca y conmovedora en ocasiones, desternillante a menudo. Todo el libro sucede en un radio de tres kilómetros alrededor de la Puerta del Sol de Madrid; y ahí, como en una gota de agua que, vista a través del microscopio, revela un hervor de bichejos, van pasando las gentes y las décadas, todos tan atareados en sus menudas vidas de paramecios altivos. En los tres volúmenes de Cansinos Assens aparece todo el mundo: Juan Ramón Jiménez y su delicuescente languidez; el inefable Valle-Inclán, "agitando, como un ala, la hueca manga". Blasco Ibáñez, apasionado y petulante, apabullando al gran Galdós, menudo como un pajarito. Y los dos Machado, y Baroja, y más tarde Huidobro, García Lorca, Alberti y mil más. Todos ellos atrapados en un instante de su cotidianidad, todos reales y creíbles. Como cuando explica que los escritores solían vender a toda prisa los libros dedicados que les regalaban otros escritores, para poder pagarse con ellos la merienda: "¿No era ya famosa aquella frase del grave Antonio Machado al recibir Sol de la tarde, de Martínez Sierra: 'Sol de la tarde, café de la noche'?". Bostezan y sudan los personajes a tu lado, como si estuvieran sentados junto a ti. Finalmente el libro vio la luz en 1982, gracias al trabajo de estructuración de su hijo, Rafael Manuel.

La novela de un literato
La vida que llevó en el triste Madrid de posguerra fue fundamentalmente nocturna, ya que dormía hasta bien entrada la mañana, cuando empezaba a trabajar. Fallecida en 1946 su compañera sentimental, Josefina Megías Casado, y su hermana Pilar en 1949, con la que había convivido toda su existencia, en 1950 entró a trabajar en su domicilio de la calle Menéndez Pelayo, Braulia Galán, que se convertiría años después en su esposa, cuidándole hasta el fin de sus días. En 1958 tuvo un hijo.
Cansinos fue siempre un trabajador infatigable. Poco antes de morir finalizó la traducción de las Obras completas de Balzac. Fue correspondiente de la Academia sevillana de Buenas Letras y de la Goethiana de Sao Paulo (Brasil); en 1925 la Real Academia Española de la Lengua le concedió el premio «Chirel» y al año siguiente era distinguido con las Palmas Académicas francesas. El lunes 6 de julio de 1964 fallece, al atardecer en Madrid.
Especial relevancia en la vida de Rafael Cansinos Assens tuvo su relación con Jorge Luis Borges que siempre le llamó maestro y que le visitó en numerosas ocasiones. No es de extrañar que cuando Borges declarara a Cansinos Assens su maestro se le tome por una más de sus ficciones. Dice César Tiempo en el prólogo de Las luminarias de Janucá: “El autor de «Las luminarias de Janucá», en quien se da la circunstancia verdaderamente sobrenatural del hombre que ha leído todos los libros, habla todas las lenguas y ha escrito tantas paginas como para dar la vuelta al globo terráqueo, sólo podía ser un personaje de ficción”. Pero no, Cansinos es un personaje real y su obra está esperando, por el bien de las letras españolas, su reconocimiento.
 Rafael Cansinos Assens, es uno de esos autores andaluces en los que la añoranza de su tierra natal y de Andalucía dejó amplísimo y profundo surco en su obra. Aunque abandonó Sevilla con quince años, en 1898 y se instaló de forma definitiva en Madrid, pocos escritores extrañados de su tierra le han dedicado tanta atención y obra al lugar de su natalicio, infancia y juventud. Cansinos Assens, «Correspondiente» desde 1915 de la Academia Sevillana de Buenas Letras, es autor de novelas como En la tierra florida o La santa niña catalina, que transcurren en Sevilla, u otras, como Los sobrinos del diablo y Las luminarias de Janucá donde la evocación andaluza es permanente. En novelas cortas como El manto de la Virgen, El hechizo del Sur lejano, La casa de las cuatro esquinas, y en numerosos cuentos, poemas, artículos, lo andaluz y sus gentes son protagonistas. En sus memorias, La novela de un literato, hay más de cien referencias a Sevilla. Como no podía ser menos, buena parte de su obra crítica presta especial atención a los autores del sur de España o escribe libros completos como Sevilla en la literatura: Las novelas sevillanas de José Más, o La copla andaluza.

Joaquín Turina. La romeria del Rocío



JOAQUÍN TURINA. Joaquín Turina Pérez nace en Sevilla el 9 de diciembre de 1882, De ascendencia italiana, su padre era pintor paisajista y costumbrista. Siendo niño inició sus estudios musicales y de piano en el Colegio de San Ramón con Enrique Rodríguez; más adelante estudia armonía y composición con Evaristo Garcia Torres, maestro de capilla de la catedral hispalense. En 1897 realiza su primera actuación pública como pianista en la Sala Piazza, situada en la calle Rioja.
En Madrid amplia sus estudios con José Tragó, siendo compañero de estudios de Manuel de Falla y desde entonces grandes amigos.
Tras morir sus padres viaja a París en 1905 para estudiar piano con Mozkowsky y composición en la Schola Cantorum de Vicent D´Indy. En París entra en contacto y amistad con Ricardo Viñes, Joaquín Nin y Enrique Granados. También conoce a Isaac Albéniz, Paul Dukas, Gabriel Fauré y Maurice Ravel. Actúa repetidamente como pianista y consigue sus primeros éxitos nacionales e internacionales como compositor.
En 1908 contrae matrimonio con Obdulia Garzón, estableciéndose en París. Tuvo 4 hijos.
Al iniciarse la Primera Guerra Mundial fija su residencia en Madrid. Fomó parte del grupo de músicos progresistas que crean en 1914 la "Sociedad Nacional de Música", con el objetivo de lograr un "resurgimiento musical de España", promocionando las actividades musicales. En 1919, se unió como pianista al "Cuarteto Francés", que pasó a denominarse "Quinteto de Madrid".
Obtiene grandes éxitos como director de orquesta, llegando a dirigir las representaciones de los ballets rusos de Diagilev en su gira por España (1918). Desde 1920, y por cuatro años, es "maestro concertador" (director de orquesta) del Teatro Real de Madrid. En 1929 firma un acuerdo con la Unión Musical Española para la composición de obras de piano. Fue nombrado en 1931 catedrático de composición del Conservatorio de Madrid.
Durante la Guerra Civil estuvo protegido por el cónsul británico, que certificó que Turina era personal administrativo del consulado ("Ayudante archivista").
Fue nombrado en 1926 "Hijo Predilecto" de la ciudad de Sevilla. En 1935, es nombrado académico de número de la Real de Bellas de San Fernando, y en 1941 Comisario de la Música. En 1943 recibió la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio.
Siempre que tuvo alguna ocasión visitaba Sevilla, estrenando en ella numerosas obras. Los veranos los pasaba en Sanlúcar de Barrameda.
Joaquín Turina fallece el 14 de enero de 1949 de una afección pulmonar, su obra prácticamente aborda todos los géneros incluido el infructuoso mundo de la ópera española. Su estilo evolucionó, en muchos aspectos, hacia un nacionalismo regionalista menos universal que el de Manuel de Falla, hecho que no impide que Turina sea un verdadero maestro de nuestra generación del 98, quien formó parte de ese grupo de compositores que junto a Manuel de Falla, afrontaron el importante cometido de dar forma a la vida musical española durante la primera mitad del siglo XX.


escuchar

La Romería del Rocío. Poema para orquesta. (1912) es una obra descriptiva en la que se observan aciertos de técnica maravillosos. Es pintoresca, inspirada y tiene poesía y vigor orquestal. es el poema de Turina, un cuadro de color; pero no pointillé, sino de vigoroso dibujo y de entonación ajustada y brillante. Aires de juerga sevillana, primero; desfile de pito y tamboril, después; soleares, más tarde; el garrotín de un pelmazo saturado de Cazalla; seguidamente, el desfile de la típica y vistosa procesión, escoltada por las ricas carretas trianeras, al que sigue como remate la explosión de la de la fiesta, degenerada en orgía de regocijo y explosión. Con estos elementos ha compuesto el músico sevillano su cuadro seductor como labor de García Ramos. En él hay poesía, ambiente andaluz, olor a jazmines, a incienso y a manzanilla, entre los acordes de la charanga que entona la Marcha Real, las campanas que repiquetean y las voces humanas que rezan y cantan.
La primera audición orquestal en Sevilla tuvo lugar el 16 de abril de 1913 en el teatro San Fernando a cargo de los mismos intérpretes que la estrenaron en Madrid.
Después de Sevilla, primera etapa de las habituales excursiones de la Orquesta Sinfónica por provincias, La procesión del Rocío se interpretó en todas las ciudades de su largo recorrido.
El estreno en París tuvo lugar en la Sala Gaveau el 24 de mayo de 1913, en el transcurso de un concierto de la Société Nationale de Musique. La orquesta fue dirigida por Turina.
El 29 de octubre de 1913 actuó la Orquesta Sinfónica, de Madrid, en el teatro de los Campos Elíseos, de París, en un concierto patrocinado por los Reyes de España. En el programa figura La procesión del Rocío. La dirección de orquesta estuvo a cargo de Fernández Arbós.
Como curiosidad, al advenimiento de la República Española en 1931 fueron suprimidos los acordes de la Marcha Real que figuran al final de la obra. En alguna ocasión, durante los años de la guerra civil (1936-1939), fue sustituida por el himno de Riego (himno oficial republicano), que era interpretado de un modo totalmente arbitrario.



Manuel Chaves Nogales. La ciudad





MANUEL CHAVES NOGALES. Nacido en Sevilla en 1897, «A espaldas del Palacio cuyo patio y huerto claro con limonero cantó Machado, nació Manuel Jacinto José Domingo Chaves Nogales el día siete de agosto del año 1897, en la calle Dueñas, once, calle triste y silenciosa, como él la definió, en el corazón viejo de Sevilla», en el seno de una familia de estudiosos ilustres: tanto su tío José Nogales como su padre Manuel Chaves Rey destacaron brillantemente como periodistas y escritores, mientras que su madre, Pilar Nogales Nogales, fue una apreciada concertista de piano.
Manuel Chaves Nogales decidió pronto de seguir los pasos de esos ascendientes y desde edad muy temprana dio muestras de tener una voz personal en literatura y una actitud innovadora y abierta en el ejercicio del periodismo. Los primeros pasos como periodista los dio en Andalucía: desde 1918 hasta 1921 colaboró con El liberal de Sevilla y El noticiero Sevillano y desde 1920 hasta 1923 con La voz de Córdoba.
Paralelamente empezó su actividad literaria. Hay que destacar que en esa primera etapa de formación dejó una importante huella también el Ateneo de Sevilla donde Chaves consiguió llevar a cabo sus estudios de Filosofía y Letras y donde encontró un estimulante centro de atracción y proyección cultural. Allí se cruzaron en efecto muchos intelectuales, artistas, políticos y periodistas que crearon un ambiente propicio para el cultivo de las ciencias y de las letras en el cual nuestro autor pudo satisfacer las aspiraciones intelectuales que lo animaban.
Vivió grandes acontecimientos e informó sobre ellos. En 1922, ya casado, decide instalarse en Madrid, tras haber conocido el resurgir del regionalismo y la preparación de la Exposición Iberoamericana de 1929. Durante la Dictadura de Primo de Rivera fue redactor en Madrid de los periódicos Heraldo de Madrid, Ahora y Estampa. Obtuvo el premio Mariano de Cavia en 1927. Recorrió el territorio español y estuvo presente en los acontecimientos más significativos de la Segunda República: ocupación de Ifni, revolución de Asturias, brotes anarquistas, visitas institucionales del Presidente y de los ministros, acontecimientos festivos... Contó con la amistad y confianza de Manuel Azaña.
Chaves viajó por toda Europa y conoció de primera mano los efectos de la Revolución rusa, uno de los temas que más se repiten en sus artículos y en las numerosas entrevistas que hizo a exiliados rusos en París. Desde el primer momento, fruto del profundo conocimiento de estos sucesos, tuvo una visión muy crítica de la Revolución, lo que le ocasionó no pocos problemas en unos años dominados por la propaganda soviética. A la vez, criticó también muy duramente el auge del fascismo y del nazismo, otro de los temas que abordó con profundidad en sus reportajes periodísticos.
Conoció de primera mano lo que estaba pasando en Italia, Alemania, Rusia y en el polvorín de centroeuropa. En España, apoyó la instauración de la República y cuando se inició la Guerra Civil se puso del bando republicano, aunque también censuró la deriva revolucionaria y comunista de los republicanos.
A inicios de la década de los treinta, asume la dirección del Ahora, un periódico vinculado con la facción republicana y próximo a Azaña, de quien Chaves Nogales no sólo se mostró partidario, sino sobre todo amigo.

Cuando estalló la guerra civil, me quedé en mi puesto cumpliendo mi deber profesional. Un consejo obrero, formado por delegados de los talleres, desposeyó al propietario de la empresa periodística en que yo trabajaba y se atribuyó sus funciones.
A Manuel lo nombraron entonces “Camarada director”
Me puse entonces al servicio de los obreros como antes lo había estado a las órdenes del capitalista, es decir, siendo leal con ellos y conmigo mismo. Hice constar mi falta de convicción revolucionaria y mi protesta contra todas las dictaduras, incluso la del proletariado y me comprometí únicamente a defender la causa del pueblo contra el fascismo y los militares sublevados. Me convertí en el "camarada director", y puedo decir que durante los meses de guerra que estuve en Madrid, al frente de un periódico gubernamental que llegó a alcanzar la máxima tirada de la prensa republicana, nadie me molestó por mi falta de espíritu revolucionario, ni por mi condición de "pequeñoburgués liberal", de la que no renegué jamás.
Chaves abandona Madrid a los pocos meses del comienzo de la Guerra Civil.
Cuando el gobierno de la República abandonó su puesto y se marchó a Valencia, abandoné yo el mío. Ni una hora antes, ni una hora después. Mi condición de ciudadano de la República Española no me obligaba a más ni a menos. Me fui cuando tuve la íntima convicción de que todo estaba perdido y ya no había nada que salvar, cuando el terror no me dejaba vivir y la sangre me ahogaba. 
Chaves Nogales tuvo que salir de España por haber defendido expresamente, desde un periódico de centro, a la República legítimamente instaurada.
El amor a la tarea informativa se mantuvo en él en plenitud hasta su muerte en el exilio, tras haber escrito relatos, artículos, crónicas, reportajes, columnas y críticas (recogidos en libros y en prensa), y tras haber entrevistado a reyes y emperadores, presidentes de gobierno, ministros, artistas, toreros, exiliados, terroristas, peliculeros... Entrevistó a reyes y mandatarios políticos y religiosos de proyección mundial, como Alfonso XIII, el emperador Haile Selassie, Humberto de Saboya, Churchill, el arzobispo de Canterbury y el Metropolitano Eulogio, jefe de la Iglesia rusa; a gobernantes como Abdelkrín, Goebbels, los miembros del primer gobierno de la II República; a artistas y toreros como Juan Martínez, Juan Belmonte, Chevalier, Chaplin; a marginados como Ramón Casanellas o Gorguloff, entre otros.
Se exiló en Francia con toda su familia, antes que un fracaso, supuso la proyección europea de su quehacer informativo. Participó en el resurgir de la agencia de noticias Havas, que estaba viviendo en aquellos momentos la gran transformación que requerían los nuevos tiempos; conoció de cerca la vida política francesa al trabajar en el Ministerio del Interior francés; colaboró en periódicos como L´Europe Nouvelle, Candide, France Soir, entre otros, e inició la colaboración con periódicos latinoamericanos; realizó emisiones de radio para España y América Latina.
Cuando el ejército alemán entra en Francia, Chaves Nogales ya ha puesto rumbo a Londres, preocupado ante el más que probable peligro de que sus escritos contra el fascismo, tanto en España como en Francia, y su condición de famoso reportero le hayan granjeado un puesto en las listas de la Gestapo.
Chaves se marcha a Inglaterra a refugiarse en el último reducto de la libertad, donde todavía se confía en la democracia y el parlamentarismo y donde el liberalismo se ve como último espacio ideológico por el que se podría transitar en una Europa masacrada por los conflictos. Dirige una agencia de noticias que lleva la voz de Gran Bretaña a toda América Latina.
«Mi padre ha dicho en varias cartas, y mi madre lo ha dicho muchísimas veces, que no debimos nunca separarnos, nos teníamos que haber mantenido juntos. Se lo escribía a mi madre: “Es que yo no sé vivir sin la familia, vivo muy mal, me abandono, no sé vivir solo. Me abandono”». Declara su hija Pilar.
Pero Manuel ha tenido un accidente de tráfico a finales de 1943 y su salud se complica con problemas intestinales a los que no da importancia. Adelgaza y se deteriora; en marzo va a Gales en busca de reposo y tranquilidad. El viaje no le hace mejorar y su ritmo de trabajo no baja. Por fin, a primeros de mayo es intervenido de una peritonitis en un hospital de Chelsea y muere tras salir de la operación, de manera inesperada. Le acompañan en el momento de la muerte el periodista Antonio Soto y Frances Kaye, secretaria de la Atlantic Pacific. "Tanto luchar toda mi vida por la democracia y ahora voy a morirme sin ver su triunfo", dice Soto que le comentó en aquellas escasas horas en que, tras la operación, Manuel pudo enfrentarse con su propia realidad. Era el 8 de mayo de 1944.
Pocos días después de la muerte, el 6 de junio de 1944, soldados americanos a los que había entrevistado intervienen en el desembarco de Normandía, con lo que comienza la liberación del dominio nazi y el triunfo de los aliados.

Pero Chaves no pudo cumplir su deseo. Ya no estaba allí para contarlo.




La ciudad. Chaves Nogales publicó este su primer libro cuando tenía 23 años y lo  empezó a bocetar en torno a los diecisiete años, muy joven, pero era adulto en sus sentimientos hacia  la ciudad y como tal se preocupó de entenderla y la acepto tal cual era. Como había nacido en una de sus calles la primera reflexión ya la tenía hecha: su sabia armonía su exquisita aristocracia y su plenitud de espíritu le parecieron las notas que saltaban sobre él para empezar a definirla.
El que escribía era un joven, “impenitente divagador”, paseante reflexivo que había deambulado por todas sus calles y había escudriñado desde todos sus miradores el paso de la vida. Subtituló la obra como Ensayos, genero tan cultivado por todos los autores de la generación del 98 para que sirviera de cauce a su paseo. Pero este joven paseante había bebido en las fuentes e investigado la historia de la ciudad  hasta sumergirse en ella para conocerla bien.
Había en la época una moda de escribir sobre Sevilla y todo escritor que se preciara se sentía en la obligación de presentar su visión de la ciudad. Lo habían hecho Manuel Machado, José María Izquierdo, Blás Infante, Muñoz San Román y Luis Montoto, entre otros. Como luego lo harán Romero Murube, Luis Cernuda, Rafael Laffón, etc.
Este libro lo reúne todo: desde el atardecer desde el pretil de una azotea, hasta el gran turismo, definitivamente instalado en la ciudad con la exposición del 29. Aquí se desmenuza al tipo sevillano o la reivindicación de la mujer, las gentes de los barrios y la Santa Justa y Rufina, Las  Sierpes y la Macarena, los patios y los cafés, la Semana Santa y el Gran Poder, los gitanos y el cante, las peinetas y el romanticismo, el extrarradio y las tensiones sociales, la tragedia de Andalucía y el andalucismo: y aún con cierta ingenuidad este libro este libro encierra quizás los párrafos más agudos sobre Sevilla.
Aunque Manuel Chaves Nogales se marchó de Sevilla con veinticinco años y no residió más en ella siempre volvió a Sevilla con agrado y murió en Londres añorando, como Machado, aquellos días azules. Nadie como el la describió en su esencia y en sus fiestas. Nadie como él llevó el acento y la capacidad de análisis, la ironía y el conocimiento de Sevilla, su amor adulto a la ciudad, por el mundo.