sábado, 31 de enero de 2015

José Espiau y Muñoz


José Espiau y Muñoz (Sevilla 1879- Sevilla,1938) arquitecto, realizó casi todo su trabajo en la ciudad de Sevilla. Uno de los principales representantes de la arquitectura regional de la primera mitad del siglo XX.

Hijo de un maestro de obras, estudió bachillerato en el Colegio de los padres Escolapios de Sevilla. En 1.898 inició la carrera de Arquitectura en Madrid que finalizó en 1.907, coincidiendo con otros arquitectos sevillanos de su generación como Aníbal González, los hermanos José y Antonio Gómez Millán y Juan Talavera y Heredia.

En 1.907 regresó a Sevilla, donde ejercería casi toda su carrera. En sus tres primeros años como arquitecto su estilo es modernista. Desde entonces su estilo se reconvierte hacia el regionalista y hacia 1.914 ya ha construido toda una serie de obras en la que se pone de manifiesto su forma de entender la arquitectura regionalista, con un estilo predominantemente neomudéjar, entre los que destaca el edificio del comercio sevillano “La ciudad de Londres” (1.912 – 1.914) situado en la calle Cuna, esquina a Cerrajería.

En 1.914 comienza las obras del edificio conocido como “La Adriática”, situado en la Avenida de la Constitución número 2. “La Adriática” fue uno de los cuatro edificios que José Espiau presentó al concurso de fachadas de estilo sevillano. Tanto en los materiales (cerámica, azulejos y yesería), como en su colorido o su fisonomía, Espiau alcanza en este proyecto una admirable condensación de esa sevillanía arquitectónica.

En 1.916, José Espiau ganó el concurso para la construcción del Hotel Alfonso XIII en Sevilla para la Exposición Iberoamericana que se celebró en el año 1.929, una de sus obras más destacadas y conocidas. Esta obra, que realizó en colaboración con Francisco Urcola Lacanotegui entre 1.916 y 1.928, es un edificio claramente historicista, de estilo neomudéjar, inspirado en la arquitectura árabe, aunque con un toque regionalista andaluz. Espiau alcanza aquí su madurez y fija su propio estilo dentro del regionalismo con el empleo de pináculos, pérgolas, elementos neomudéjares y neobarrocos, y el especial cromatismo conseguido con ladrillos de varios tonos y azulejos vidriados, las hermosas verjas, rejas, faroles y barandas de hierro forjado.

Entre 1.915 y 1.918 construyó la plaza de toros la Monumental de Sevilla, que era de estilo neoclásico, hoy desaparecida, con un aforo de 23.055 espectadores, cuyo mentor fue el torero Joselito el Gallo, con la intención de hacerle la competencia a la Real Maestranza, y que a Espiau le produciría grandes quebraderos de cabeza.

La construcción en esta plaza de toros no llegó a pasar las licencias municipales por motivo de deficiencias en la construcción, viniéndose abajo un tercio de su graderío en abril de 1.917, antes de su inauguración. Se reconstruyó la plaza y la corrida inaugural tuvo lugar el 6 de junio de 1.918, alternando Joselito, Curro Posada y Diego Mazquiarán “Fortuna”, que lidiaron reses de Juan Contreras. Finalmente, los problemas estructurales, unidos a la muerte de Joselito, originaron que la plaza fuese cerrada en el año 1.921 por orden del Gobierno Civil, iniciándose su derribo unos diez años después, el 9 de abril de 1.930.

Del año 1.919 es el edificio llamado “La Casa sin balcones”, situado en la calle O’Donnell número 28.

En 1.927 se finalizó la construcción del inmueble conocido como edificio Pedro Roldán, un comercio textil situado en la comercial plaza del Pan de Sevilla. En este edificio se mezclan la tecnología del hierro de su estructura con la estética del gótico italiano y las señales del regionalismo sevillano en el exterior.

Del año 1.928 son las viviendas de ladrillo cara vista construidas por el Monte de Piedad en la Ronda de Capuchinos número 5.

La aportación arquitectónica de Espiau fue única. Dejó un inmenso legado de inmuebles y obras monumentales, que contribuyeron notablemente a forjar una Sevilla romántica y costumbrista, al tiempo que forjaba su extraordinaria escuela regionalista. Su profesionalidad y oficio gráfico resultaron admirables, siendo un excelente artesano del dibujo y de la arquitectura a pie de obra.

jueves, 15 de enero de 2015

Sebastián de Llanos Valdés


Sebastián de Llanos Valdés (Sevilla, h. 1.605 – Sevilla, 1.677), pintor barroco. Hijo de Sebastián Ruiz y María de la Cruz, según consta por la partida de su primer matrimonio con Jerónima Bernal en 1.631, donde figura ya como pintor independiente, debió de nacer hacía 1.605 o poco después.

Viudo de su primera esposa, en 1.633 contrajo nuevo matrimonio con Gregoria de Arellano, del que nació su único hijo, Francisco José de Valdés, que ingresaría en la Orden de Predicadores. Fallecida su segunda mujer, todavía contraería un tercer matrimonio en 1.649 con María Pellicer, quien le sobrevivió.

Escasas noticias se tienen de su formación y sus primeros tiempos, salvo su aprendizaje con Herrera el Viejo. Antonio Palomino cuenta en la biografía de Alonso Cano que éste tuvo un desafío a espada con Sebastián de Llanos en 1.638, a quien tenía alojado en su casa, del que resultó gravemente herido en la mano derecha, siendo esta la razón por la que Alonso Cano abandonase Sevilla.

Aunque se ha afirmado que era de origen hidalgo, por lo que siempre hacía constar el “don” en sus firmas, y que llevó una vida desahogada un tanto al margen de su actividad profesional, viviendo de alquiler en casas de elevado precio, lo cierto es que, según documentos, aparece estrechamente vinculado en la vida gremial sevillana, siendo en 1.653 nombrado Alcalde del Gremio de Pintores de Sevilla, y examinando, como tal, un año después a Cornelio Schut. Se sabe que recibió a varios aprendices en su taller, entre ellos, en 1.656, a Juan Real, a una edad inusual, pues sólo contaba nueve años.

Al crear Murillo y Herrera el Mozo una Academia de Dibujo para la enseñanza de las Bellas Artes en la Casa Lonja de Sevilla, en enero de 1.660, figuró entre sus fundadores, tomando una participación activa en todos los años de su existencia y contribuyendo generosamente a su sostenimiento económico. El año de su creación fue nombrado cónsul de la Academia, cargo que ostentó de nuevo junto a Juan de Valdés Leal en 1.663. Un año más tarde, por desistimiento de éste, fue elegido presidente, superando en votos a Cornelio Schut, y en 1.668 figuraba aún como presidente, elegido por tercera vez, siendo el pintor que más tiempo estuvo al frente de esta Academia.

A pesar de la desigualdad técnica y artística de su producción, su sentido creativo fue lo suficientemente versátil para que en su trabajo pudieran aunarse las tendencias más importantes de la pintura local del momento. Se ha apuntado en muchas ocasiones la mala fortuna de Llanos Valdés al tener que trabajar en Sevilla junto a artistas de la talla de Zurbarán, Murillo y Valdés Leal, por no hablar de su posible maestro Herrera el Viejo.Por el contrario, se piensa que la presencia de estos pintores fue su gran fortuna.

Gracias a su capacidad de asimilación de los estilos de aquellos, su pintura evolucionó permitiéndole desarrollar el suyo propio, que de no haber sufrido estas influencias quizá hubiera sido mediocre. De esta manera, y con el sustrato de su primer estilo de aprendizaje, rápidamente asumió el zurbaranesco, al que más tarde aportó ciertos toques de expresividad a la manera de Murillo, pudiendo incluso recibir al final de su carrera la influencia de Valdés Leal; aunque su forma de componer pudiera tener mayor débito del hasta el momento considerado como su posible maestro, Herrera el Viejo.

Tres obras suyas se conservan en la Catedral de Sevilla: “La Piedad”, firmada en 1.666; “San Juan Bautista ante el Sanedrín”, de 1.668 y “La Virgen del Rosario”. En 1.670 fechó las “Cabezas degolladas” de San Pablo y San Juan Bautista, que se hallan en la Iglesia del Salvador de Sevilla. En el Museo del Louvre de París existe un lienzo suyo al óleo de 72 x 53 cm. llamado “Cabeza degollada de un santo mártir”.

Se conserva su testamento, en el que se pone de manifiesto las dificultades económicas que padeció en los últimos años de su vida, y en el que expresa textualmente: “no mando decir misas porque soy muy pobre y pido a mi mujer, María de Pellicer, diga las que pudiera, sin que a ello se la pueda apremiar”.

Es sin duda uno de los mejores pintores andaluces de mediados del siglo XVII. Muchos de sus cuadros están diseminados por numerosas colecciones particulares, más que en museos.