viernes, 10 de junio de 2016

Alfonso Grosso


 Su obra se enmarca dentro de la línea del realismo social, en consonancia con su actitud crítica frente al régimen franquista, que le había llevado a militar en el Partido Comunista desde 1955.

Alfonso Grosso Ramos, (Sevilla, 1928 - Valencina de Concepción, 1995) Novelista y cuentista español. Su familia, de procedencia italiana por línea paterna y de ascendencia campesina por parte de madre, pertenecía a la pequeña burguesía acomodada de Sevilla, y estaba relacionada con los círculos culturales y del poder de la ciudad. Cursó la educación primaria en la escuela de los Hermanos Maristas, y la secundaria primero en los jesuitas, para continuarla luego, a causa de la ruina de su padre, en el Instituto San Isidoro.

En la universidad, estudió Filosofía y Letras durante dos años, aunque finalmente acabó obteniendo el título de profesor mercantil en la Escuela de Comercio, en 1950. Ese mismo año aprobó la oposición al cuerpo del Instituto Nacional de Previsión, que abandonaría en 1962 a raíz de su traslado forzoso a Barcelona el año anterior al ser detenido por intervenir en una campaña proamnistía. En años posteriores, realizó algunos trabajos editoriales (por ejemplo, como asesor literario de Planeta) y desde 1968 hasta 1973 fue redactor en una agencia de publicidad.

Por lo que a su obra literaria se refiere, es un miembro más de la "generación del medio siglo" y, por tanto, en una primera etapa su obra se enmarca dentro de la línea del realismo social, en consonancia con su actitud crítica frente al régimen franquista, que le había llevado a militar en el Partido Comunista desde 1955. Fue en esta época, a finales de los años cincuenta, cuando se acercó a los círculos intelectuales madrileños, pues su trabajo de narrativa breve no encontraba lugar en las revistas literarias andaluzas, dedicadas principalmente a la poesía.

Su primera novela fue La zanja (1961), descripción realista de una jornada en un pequeño pueblo andaluz. En Un cielo difícilmente azul (1961) cultivó la misma técnica objetivista para seguir el viaje de dos camioneros por tierras de Cáceres, y consiguió dar forma a un crudo drama rural en el que los instintos individuales y los prejuicios sociales crean una atmósfera primitiva y sofocante. A continuación publicó Testa de copo (1963), El capirote (1964) y Los días iluminados (1965), libros en los que mantuvo una actitud de denuncia y el estilo directo propio de su primera época.

En El capirote cuenta la historia de un jornalero, Juan Rodríguez López, segador temporero de arroz, que es encerrado en la cárcel acusado de un delito que no ha cometido, el robo de una medalla de la Virgen del Rocío. Cuando aparece, es liberado. Finalmente, se integra en una cuadrilla de costaleros para ganar algo de dinero, como ocurría cuando los hombres de las trabajaderas aún eran profesionales y no hermanos. El costalero, enfermo de tuberculosis, muere bajo el paso de un Crucificado. La novela apareció publicada en 1964 en México, por la editorial Mortiz, ya que la censura no autorizó su edición en España. Finalmente se publicó en España por Seix Barral en 1974

Publicó además tres libros de viajes: Por el río abajo (1960), Hacia Morella (1961) y A poniente desde el Estrecho (1962), realizados en colaboración con Armando López Salinas, José Agustín Goytisolo y Manuel Barrios, respectivamente.

En 1960 inicia un viaje por Europa, y navegó por el Atlántico Sur (1961), y en 1962 llegó a Suecia, invitado por Ingmar Bergman, y fijó su residencia en Estocolmo. Desde allí continuó sus viajes por diversas ciudades europeas, como Praga, Berlín, París o Roma, donde trabajó algún tiempo con Rafael Alberti y María Teresa León. En 1966 realizó un viaje a Cuba para formar parte del Jurado del Premio Nacional de Literatura. En 1967 fijó su residencia en Madrid tras su regreso de Cuba.

A partir de mediados de la década de los sesenta su trayectoria literaria experimentó cambios importantes: abandonó el realismo social y buscó transmitir su planteamiento crítico utilizando fórmulas narrativas de mayor complejidad. Así se pone de manifiesto en Inés just coming (1968), novela en la que ofrece una visión sociológica de la revolución cubana a través de tres personajes que tratan de evadirse por medio del sexo mientras la isla se encuentra en estado de alerta por la inminente llegada de un ciclón. El empleo del monólogo interior y otros recursos de mayor calado experimental se unen a su capacidad de evocar ambientes de un modo sugestivo y fluido. Las mismas tendencias aparecen en Guarnición de silla (1970), retrato de una familia de bodegueros jerezanos, y en Florido mayo (1973), con la que obtuvo el premio Alfaguara.

Ya en la década de los setenta regresó a una línea menos experimental con libros como La buena muerte, de 1976, Los invitados, de 1978, El correo de Estambul (1980), Otoño indio (1983) y El aborto de María (1985), entre otros.

Los últimos años de la vida de Alfonso Grosso no fueron más que un borrón, confuso y triste. Internado, durante cinco años en el centro hospitalario andaluz conocido como San José de los locos, después de una serie de graves depresiones y algún intento de suicidio. Grosso sufría el mal de Alzheimer, que concluyó con una progresiva pérdida de la memoria, falleció en abril de 1995, a los 67 años en su modesta residencia de la localidad hispalense de Valencina de Concepción, tras un infarto de miocardio.

Florido Mayo, es la crónica de una familia con posibles venida a menos, narrada por el autor sin orden temporal lógico, con un estilo difícil y barroco, en el que el subjetivismo de Grosso hace una crónica de una época a través del apogeo y ocaso de una familia, su familia,  donde no importa quien vivió el drama de amores no realizados,  ruinas  económicas o viajes piadosos... son todos familiares del narrador, son como un mismo ser por el que Grosso siente  atracción y  rechazo  ya que es el origen de sus propias filias y sus fobias.

Es también una novela sobre  la obsesión por la mujer en particular por la madre del autor, Estrella, y por el amor de su juventud, Delia, que se va transmutando en otras mujeres a lo largo de anécdotas, muchas acaecidas en el extranjero, que el autor va relatando en combinación con la crónica familiar.

Finalmente, Florido Mayo es también la descripción de la Ciudad Fluvial, ciudad "aristocraticista" como Grosso la califica, con su provincianismo rancio y lleno de liturgias, plasmado sin acritud a través de la caída de los Gentile,  familia importante, que no burguesa, de eso no hay en Andalucía. Ciudad Fluvial que el autor tampoco puede rechazar del todo debido a  sus encantos evidentes, a los que canta con un lirismo fuera de toda afectación y localismo, convirtiéndola en ciudad universal.

sábado, 16 de abril de 2016

Rafael de León


 Rafael de León pertenece por derecho propio a la denominada "Generación del 27" de los poetas españoles, aunque un incomprensible olvido ha hecho que nunca figure en esa nómina

Rafael de León y Arias de Saavedra, VIII marqués del Valle de la Reina, VII marqués del Moscoso y IX conde de Gómara (Sevilla, 1.908 – Madrid, 1.982), escritor y poeta de la Generación del 27, y autor de numerosas letras de copla.

De noble cuna, a los pocos días de su nacimiento, en la calle San Pedro Mártir, fue bautizado en la parroquia de la Magdalena. En 1.916 ingresó en el internado del colegio jesuita San Luis Gonzaga del Puerto de Santa María (Cádiz), donde coincidió con un joven Rafael Alberti. También estudió en otros colegios privados de órdenes religiosas, como en el Palo de Málaga o en Utrera (Sevilla).

En 1.926 inició la carrera de Derecho en la Universidad de Granada. Allí conoció a Federico García Lorca, con quien entabló una buena amistad. Terminados sus estudios se dedicó a frecuentar los cafés cantantes y teatros de variedades de Sevilla, y en estos medios que se desenvuelve vive un ambiente liberal, colaborando con el letrista Antonio García Padilla, conocido por el “Kola”, padre de la actriz y cantante Carmen Sevilla, y de esta relación artística surgieron algunas canciones conocidas.

En 1.932, Rafael de León se traslada a Madrid bajo la influencia del gran músico sevillano Manuel Quiroga, que en unión del autor teatral Antonio Quintero, formaron el famoso trío Quintero, León y Quiroga, que llegaron a registrar más de cinco mil canciones.

Al estallar la Guerra Civil española, Rafael de León se encontraba en Barcelona; en esta ciudad es encarcelado como a otros tantos de la farándula, toreros o cantantes, acusado de monárquico por parte de las autoridades republicanas. En la cárcel, quizás para demostrar sus simpatías por la causa republicana o para confirmar su neutralidad, declaró tener una buena amistad con destacados poetas republicanos, como León Felipe, Federico García Lorca y Antonio Machado.

Durante los años cuarenta y cincuenta la copla adquiere una gran popularidad. Fueron dos décadas que el público acogió con gran entusiasmo este género musical, apareciendo en el firmamento artístico grandes estrellas de la canción que interpretaron magistralmente las coplas compuestas por grandes maestros.

Rael de León, junto a su musa Concha Piquer y los maestros Quintero y Quiroga
Pero, a partir de los años sesenta, comenzó en España cierto aperturismo cultural y muchos jóvenes comenzaron a despreciar, con injusticia, el conocido estilo de la copla y de la canción andaluza que tan bien habían representado Quintero, León y Quiroga.

Rafael de León pertenece por derecho propio a la denominada "Generación del 27" de los poetas españoles, aunque un incomprensible olvido ha hecho que nunca figure en esa nómina.

De ningún poeta español del siglo XX han sido tan recitadas sus poesías y tan cantadas las letras de sus canciones. La obra poética de Rafael de León queda dividida en esos dos grandes apartados: poesía propiamente dicha y letras para canciones. En casi toda su obra, inspirada en ambientes muy típicos de Andalucía, queda reflejado el gracejo popular andaluz.

Su primer libro de poesías, “Pena y alegría del amor”, apareció publicado en 1.941. Un segundo libro titulado “Jardín de papel” es editado en 1.943.

Con Quintero y Quiroga produjo grandes e inolvidables canciones, como “Ay pena, penita, pena”, “La niña de fuego”, “La Lirio”, ”La Salvaora”, “Limosna de amores”, “Romance de Juan Osuna”, “Y sin embargo te quiero” y un largo etcétera.

En colaboración con Salvador Valverde escribió las populares “Ay, Maricruz”, “María de la O”, “Triniá” y la inolvidable “Ojos verdes”. También colaboró con el poeta Xandro Valerio en las letras de las reconocidas coplas “Tatuaje” y “La Parrala”.

Hacia el final de su dilatada carrera como letrista, escribió para los cantantes Nino Bravo, Raphael, Rocío Jurado, Rocío Dúrcal o Isabel Pantoja. Canciones escritas por Rafael de León fueron presentadas en el Festival de la Canción de Benidorm, obteniendo el primer premio en la tercera edición (año 1.961) la canción titulada “Enamorada”, con música de Augusto Algueró. Además, el premio a la mejor letra se lo llevó la canción “Quisiera”, escrita también por él.

El 9 de diciembre de 1.982 murió en el más cruel olvido, sin haberse llevado en vida la satisfacción de un merecido homenaje de reconocimiento a toda su importante obra.

De ningún poeta español de este siglo que acaba, han sido tan recitadas sus poesías y tan cantadas las letras de sus canciones, pero incomprensiblemente sigue siendo el gran ausente al hacer recuentos dentro del ámbito de la cultura popular española de posguerra. La obra poética de Rafael de León, queda dividida en esos dos grandes apartados: poesías propiamente dichas, y letras para canciones. En muchos casos unas y otras tienen un inconfundible parentesco por derivar, alimentarse o inspirarse las unas de las otras, o viceversa.

jueves, 3 de marzo de 2016

Juan de Mesa


 Juan de Mesa está considerado como uno de los representantes más importantes del realismo sevillano.

Juan de Mesa y Velasco nació en 1583 en Córdoba. Fue uno de los escultores más relevantes del barroco andaluz.

En el año 1606 se traslada a Sevilla, e ingresa en junio en el taller del afamado imaginero Juan Martínez Montañés, donde realiza o completa su formación, firmando un contrato de formación por cuatro años el 7 de noviembre de 1607 (en el que se declaraba huérfano)[1], y de quien se convertiría en su yerno al contraer matrimonio en 1613 con su hija María de Flores.

Se estableció en su propio taller en 1615 que monta en la collación de San Martín. En la metrópolis hispalense crea lo mejor de su valiosa producción artística

Pertenece a la primera generación de discípulos de Martínez Montañés. Ingresó en su taller de Sevilla a los veintitrés años, llegando, incluso, a superar al maestro. Quizás ésta sea la causa por la que su nombre permaneció durante tres siglos oculto a la historia y sus obras hayan sido atribuidas a Martínez Montañés.

En la actualidad, Juan de Mesa está considerado como uno de los representantes más importantes del realismo sevillano. Se dedicó casi en exclusividad a las imágenes procesionales, realizando numerosos estudios anatómicos de figuras humanas reales, vivas y muertas, para luego plasmarlas en sus obras con gran realismo. Ésta fue su gran aportación.

Su producción se sitúa dentro de la estética barroca. Sus desnudos revelan un gran conocimiento de la anatomía humana, los rostros de sus figuras reflejan una intensa vida interior y los ropajes de sus personajes crean intensos contrastes de luz.

Destaca la serie de crucificados que realizó a partir de los modelos de Montañés. En ellos refleja distintos momentos de la Crucifixión, donde expresa con gran dramatismo el proceso y la muerte de Jesús. En algunas ocasiones Jesús aparece vivo, en otras, muerto. Suele representarlos con tres clavos y de un tamaño mayor que el natural. Capta a la perfección la anatomía del cuerpo, pudiéndose apreciar la tensión de los músculos, los tendones y las venas y la expresividad del rostro. Sobresalen el Cristo del Amor y el Cristo de la buena muerte (1620) como ejemplos de la representación de Cristo muerto, mientras que los de la Conversión del Buen Ladrón (1619) y el Cristo de la agonía (1622) lo muestran aún vivo.

Cristo de la Buena Muerte

Es una escultura en madera policromada. Presenta un estudio realista de la anatomía y transmite dulzura y suavidad. Aparece sin la característica corona de espinas de los crucificados de Mesa.

Jesús del Gran Poder

Es una de sus obras más conocidas. Fue realizado en 1620 para la cofradía del Traspaso de Sevilla. La talla muestra la influencia del Jesús de la Pasión de Montañés, pero Mesa ofrece una versión de mayor dramatismo y expresividad, conseguida gracias a las huellas del sufrimiento del rostro y de la curvatura de la espalda.

Elaboró imágenes de Yacentes, como la del Santo Entierro sevillano y la que forma grupo con la Virgen de las Angustias de Córdoba, en las que se centra en transmitir el dolor de la Madre.

También esculpió imágenes de la Virgen, con y sin el Niño, como La Inmaculada Carmelitana del convento de las Teresas de Sevilla, la Virgen del Hospital de Antezana de Alcalá de Henares y la Virgen de las Cuevas. Entre los temas de santos destacan el San José con el Niño de Fuentes de Andalucía, San Juan Bautista, San Ramón Nonnato o los santos jesuitas del Puerto de Santa María.

Juan de Mesa falleció muy joven, a la edad de cuarenta y cuatro años, a causa de una tuberculosis, por lo que su carrera artística, de estilo elegante, realista y lleno de expresividad, quedó interrumpido

Juan de Mesa se inicia como imaginero en 1615 con la escultura de San José con el Niño, obra concertada con fray Alonso de la Concepción para realizar en blanco -sin estofar ni encarnar-, pues su policromía corresponde a una actuación posterior del siglo XVIII, para la Iglesia de Santa María la Blanca (Fuentes de Andalucía).

Después de algunas obras menores, comienza y se consolida su etapa más importante como gran imaginero, que va de 1618 a 1623.

La serie se inicia con el Cristo del Amor, el primero de un total de diez crucificados que llegó a realizar; fue iniciado en mayo de 1618 y terminado en junio de 1620. Es una imagen de 1,81 m. de alto realizada para la Hermandad del mismo nombre que radica en la iglesia del Salvador de Sevilla. Se contrató haciendo constar en escritura notarial que la haría "Por mi persona sin que en ella pueda entrar oficial alguno…".

Del año 1618 es el retablo del altar mayor del Hospital de San Bernardo, denominado popularmente De los Viejos, hoy desaparecido; y del año siguiente la imagen del Cristo del Buen Ladrón de la Cofradía de la Conversión del Buen Ladrón, más conocida como Monserrat, de la capilla homónima, también de Sevilla, obra de cierto barroquismo con el que comienza sus creaciones de carácter realista. Con 1,92 m. de altura, en este Cristo se aparta de la obra de su maestro Martínez Montañés, aumentando aquí el claroscuro y acentuando una mayor fuerza pasional.

De 1620 es el Cristo de la Buena Muerte, creado para una Hermandad de Sacerdotes ubicada en la Casa Profesa de la Compañía de Jesús en la iglesia de la Anunciación y que actualmente es titular de la Hermandad de los Estudiantes, que radica en la capilla de la Universidad de Sevilla, sita en la calle San Fernando.

En ese mismo año, 1620, Mesa realiza una de sus obras más conocida, el Jesús del Gran Poder, una imagen de Jesús con la cruz a cuestas, para la sevillana Hermandad del Gran Poder, hoy convertido en símbolo de la ciudad. Obra de un marcado barroquismo, consigue reflejar las secuelas del sufrimiento humano en un rostro que aparece como envejecido por los daños soportados. También realizó sobre misma fecha la imagen del San Juan Evangelista para la misma Hermandad; ambas imágenes de vestir se veneran en la Basílica del Gran Poder, junto a la iglesia de San Lorenzo.

Otra de sus obras más significativas se encuentra en La Rambla (Córdoba), conocida como Jesús El Nazareno (1622). Se trata de una talla de 1,92 m., donde se representa a Jesús con la cruz a cuestas, a punto de caer. Es una escultura exenta con una perfección técnica muy notoria. Desde su llegada a La Rambla en el año 1622 permanece en la iglesia del Espíritu Santo.

En 1622 recibió el encargo del bergarés Juan Pérez de Irazábal, contador del rey, para esculpir un crucificado, la obra del Santo Cristo de la Agonía, que se conserva en la iglesia parroquial de San Pedro de Ariznoa en Vergara (Guipúzcoa), que constituye según el profesor Hernández Díaz, una de las obras más destacadas del escultor.

En 1623 realiza el Cristo de la Clemencia para el convento de Santa Isabel en Sevilla y también, por encargo del canónigo Diego de Fontiveros, otro crucificado conocido como Cristo de la Misericordia, destinado a la Colegiata de Osuna.

En 1624 realiza un Cristo crucificado para la Compañía de Jesús, que se encuentra en la iglesia de San Pedro de Lima, así como otro Crucificado para la hermandad de Vera Cruz de Las Cabezas de San Juan, considerado en principio talla anónima; se sabe de su autor gracias a un pergamino guardado en un pequeño cofre a la espalda de la imagen.

De sus últimos años (hacia 1626-1627) es el San Ramón Nonnato que realizara para el convento de la Merced Descalza de Sevilla, conservado actualmente en el Museo de Bellas Artes de la ciudad. Y ya del año mismo de su muerte, 1627, es el grupo que realizó para la iglesia de san Agustín de Córdoba, conocido como Virgen de las Angustias.

Otras obras de Juan de Mesa, algunas de ellas atribuidas, son:

    - Cristo Yacente de la Hermandad del Santo Entierro, que se venera en la iglesia de San Gregorio de Sevilla.
    - Virgen del Valle de la hermandad del mismo nombre que reside en la iglesia de la Anunciación de Sevilla.
    - Virgen de la Victoria, cotitular de la Hermandad de las Cigarreras de Sevilla.
    - Cristo de la Veracruz, en Las Cabezas de San Juan, Sevilla. Esta imagen se venera en la iglesia de San Juan Bautista.
    - Cristo crucificado, en el presbiterio de la Catedral de la Almudena, Madrid. Proviene de la Colegiata de san Isidro de la misma ciudad.
    - San Nicolás de Tolentino en penitencia. Museo Nacional de Escultura, Valladolid.
    - Nuestra Señora de las Angustias Coronada. Obra datada y firmada,contratada por el padre provincial de los padres agustinos fray Pedro Suárez de Góngora. Cobrada a cuenta 500 reales sobre el precio de tasación final, le quedaban tres días de trabajo, como escribió en su testamento, y quedó inconclusa a su muerte.

Muchas de sus esculturas fueron atribuidas durante mucho tiempo a su maestro, Martínez Montañés. El trabajo de Juan de Mesa parece dedicado casi en exclusividad a las imágenes que procesionan en Semana Santa. El realismo de su obra responde a un proceso en el que hizo estudios y observaciones de figuras humanas reales vivas y muertas, que le permitieron aprender a plasmar estas anatomías en sus obras de forma realista, con una sensibilidad que le acerca a la imaginería castellana, más dada al dramatismo.

Sus imágenes de santos, como el San Juan procedente de la Cartuja de las Cuevas (1624) o el San Ramón de los Mercedarios de Señor San José (1626), ambos en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, mantienen personales características a lo largo de su carrera. Y ello a pesar de que ésta no se produce mediante un recorrido lineal y uniforme, sino dividida en ciclos de febril actividad separados por periodos de silencio, como muy bien observó Hernández Díaz. Algunos atribuyen las fases de inactividad a crisis repetidas de una enfermedad crónica que le atenazó hasta desembocar en una muerte relativamente temprana.

El realismo es la otra gran aportación de la estética de Juan de Mesa. El padre Ceballos lo ha destacado con agudeza al comentar las figuras de los santos jesuitas Diego Kisai, Juan de Goto y Pablo Miki, procedentes de la Casa Profesa. Realizadas en 1627 para celebrar la beatificación de estos mártires japoneses, Mesa se inspiró en personas reales, consiguiendo tres espléndidos retratos, especialmente el del último.

lunes, 1 de febrero de 2016

Valeriano Bécquer



 Tan solo dos meses después moriría Gustavo Adolfo identificándose en ellos, para la posteridad, la imagen más estereotipada del lado adverso de la bohemia romántica.

Valeriano Domínguez Bécquer (Sevilla, 1.833 – Madrid, 1.870). Era hijo del pintor costumbrista José Domínguez Bécquer, sobrino del también pintor Joaquín Domínguez Bécquer y hermano del insigne poeta Gustavo Adolfo Bécquer. Pronto queda huérfano, criándose junto a su hermano Gustavo Adolfo al amparo de sus tíos maternos y guiado en el arte de la pintura por su tío Joaquín, también pintor de costumbres y profesor en la Escuela de Bellas Artes sevillana. Permanece en el taller de su tío hasta el año 1853, subsistiendo posteriormente a duras penas con la realización de retratos y la venta de pequeños cuadros de tema de género.

Después de un matrimonio fallido con Winnefred Coghan, hija de un marinero irlandés, que le dejará dos hijos a su cargo, se instala definitivamente en Madrid en 1862 en la residencia de su hermano, que desde hacía años vivía en la capital, quien le abrió las puertas de los ambientes artísticos de la capital del Reino. Se hizo amigo del pintor Casado del Alisal, de cuya mano entraría a formar parte de los reducidos círculos artísticos madrileños y bajo cuya protección consiguió realizar los primeros trabajos en la capital.

La estancia en el monasterio de Veruela, en 1864, velando la convalecencia de su hermano e influenciado por las leyendas del lugar y la imaginación fraterna, le induce a pintar algunos temas fantásticos que compagina con la pintura de costumbres populares tomadas in situ.

Pensionado en 1865 por el Ministerio de Fomento recorre las tierras de Soria, Aragón, Navarra y el País Vasco, para estudiar los tipos, trajes y costumbres españolas, realizando escenas de verdadero encanto captadas en la inmediatez, de aldea en aldea, que conformarán lo más selecto y prestigioso de su producción, con obras como “El baile”, “Fiesta popular del Moncayo”, “Aldeana del valle del Amblés” o “Costumbres españolas de la provincia de Soria”.

Al advenimiento de la nueva situación política, en 1868, le queda restringida su pensión que era la única base de su economía, subsistiendo a partir de aquí y hasta el final de su vida gracias a colaboraciones periodísticas como dibujante y como escritor en El Museo Universal, El Arte en España y La Ilustración Española y Americana.

También cultivó la pintura de retrato, sobresaliendo como ejemplo emblemático del género romántico el que pintó de su hermano Gustavo Adolfo (Museo de Bellas Artes de Sevilla), obra que sirvió de modelo para realizar el busto del conjunto que homenajea al poeta en la Glorieta de Bécquer en el Parque de María Luisa de Sevilla, de Coullaut Varela. También se usó este retrato en los billetes de 100 pesetas utilizados en la segunda mitad del siglo XX. Su depurado estilo, su rico dibujo lleno de detalles preciosistas y su alta calidad pictórica, hicieron que algunos críticos comparasen a Valeriano con los pintores flamencos.

En enero de 1870 comienza con su hermano su ilusionada colaboración como dibujante en La Ilustración de Madrid, empresa en la que le sorprendió la muerte, víctima de una afección de hígado, el 23 de septiembre de ese mismo año, recibiendo sus restos sepultura en la madrileña Sacramental de San Lorenzo.

Tan solo dos meses después moriría Gustavo Adolfo identificándose en ellos, para la posteridad, la imagen más estereotipada del lado adverso de la bohemia romántica.

Procedentes de estas campañas divulgativas de las costumbres populares de la geografía peninsular, el Museo del Prado posee obras con escenas tomadas en Ávila, en el valle de Amblés, en El Burgo de Osma, en Soria y en el valle que circunda al Moncayo en Aragón. También guarda ejemplos de la retratística más convencional del pintor.

Juan Luis Contreras