Tan solo dos meses después moriría
Gustavo Adolfo identificándose en ellos, para la posteridad, la imagen más
estereotipada del lado adverso de la bohemia romántica.
Valeriano Domínguez Bécquer (Sevilla,
1.833 – Madrid, 1.870). Era hijo del pintor costumbrista José
Domínguez Bécquer, sobrino del también pintor Joaquín Domínguez Bécquer y
hermano del insigne poeta Gustavo Adolfo Bécquer. Pronto queda huérfano,
criándose junto a su hermano Gustavo Adolfo al amparo de sus tíos maternos y
guiado en el arte de la pintura por su tío Joaquín, también pintor de
costumbres y profesor en la Escuela de Bellas Artes sevillana. Permanece en el
taller de su tío hasta el año 1853, subsistiendo posteriormente a duras penas
con la realización de retratos y la venta de pequeños cuadros de tema de
género.
Después de un matrimonio fallido con
Winnefred Coghan, hija de un marinero irlandés, que le dejará dos hijos a su
cargo, se instala definitivamente en Madrid en 1862 en la residencia de su
hermano, que desde hacía años vivía en la capital, quien le abrió las puertas
de los ambientes artísticos de la capital del Reino. Se hizo amigo del pintor
Casado del Alisal, de cuya mano entraría a formar parte de los reducidos
círculos artísticos madrileños y bajo cuya protección consiguió realizar los
primeros trabajos en la capital.
La estancia en el monasterio de Veruela,
en 1864, velando la convalecencia de su hermano e influenciado por las leyendas
del lugar y la imaginación fraterna, le induce a pintar algunos temas
fantásticos que compagina con la pintura de costumbres populares tomadas in
situ.
Pensionado en 1865 por el Ministerio de
Fomento recorre las tierras de Soria, Aragón, Navarra y el País Vasco, para
estudiar los tipos, trajes y costumbres españolas, realizando escenas de
verdadero encanto captadas en la inmediatez, de aldea en aldea, que conformarán
lo más selecto y prestigioso de su producción, con obras como “El baile”,
“Fiesta popular del Moncayo”, “Aldeana del valle del Amblés” o “Costumbres
españolas de la provincia de Soria”.
Al advenimiento de la nueva situación
política, en 1868, le queda restringida su pensión que era la única base de su
economía, subsistiendo a partir de aquí y hasta el final de su vida gracias a
colaboraciones periodísticas como dibujante y como escritor en El Museo Universal, El Arte en España y La
Ilustración Española y Americana.
También cultivó la pintura de retrato,
sobresaliendo como ejemplo emblemático del género romántico el que pintó de su
hermano Gustavo Adolfo (Museo de Bellas Artes de Sevilla), obra que sirvió de
modelo para realizar el busto del conjunto que homenajea al poeta en la
Glorieta de Bécquer en el Parque de María Luisa de Sevilla, de Coullaut Varela.
También se usó este retrato en los billetes de 100 pesetas utilizados en la
segunda mitad del siglo XX. Su depurado estilo, su rico dibujo lleno de
detalles preciosistas y su alta calidad pictórica, hicieron que algunos
críticos comparasen a Valeriano con los pintores flamencos.
En enero de 1870 comienza con su hermano
su ilusionada colaboración como dibujante en La Ilustración de Madrid, empresa en la que le sorprendió la
muerte, víctima de una afección de hígado, el 23 de septiembre de ese mismo
año, recibiendo sus restos sepultura en la madrileña Sacramental de San
Lorenzo.
Tan solo dos meses después moriría
Gustavo Adolfo identificándose en ellos, para la posteridad, la imagen más
estereotipada del lado adverso de la bohemia romántica.
Procedentes de estas campañas
divulgativas de las costumbres populares de la geografía peninsular, el Museo
del Prado posee obras con escenas tomadas en Ávila, en el valle de Amblés, en
El Burgo de Osma, en Soria y en el valle que circunda al Moncayo en Aragón.
También guarda ejemplos de la retratística más convencional del pintor.
Juan Luis Contreras