Joaquín Romero Murube. (Los Palacios y Villafranca, 1904 - Sevilla, 1969) Escritor español. Este poeta, en el que destacan las raíces andaluzas, fue director de los Reales Alcázares de Sevilla. Inicialmente, su producción se insertó en las corrientes modernista y clasicista (Prosarios, 1924; Canción del amante andaluz, 1941), para derivar más tarde hacia tendencias arabizantes (Kasida del olvido, 1945; Tierra y canción, 1948). Fue también un fino y elegante prosista: Sevilla en los labios (1938) y Discurso de la mentira (1943).
De familia acomodada, su padre, Rafael Romero, era presidente de la Diputación de Sevilla y de la Sociedad Económica de Amigos del País. Pasó su niñez en cortijos y fincas familiares antes de trasladarse a Sevilla para estudiar el bachillerato con los jesuitas. Admirador de José María Izquierdo y del resto de redactores de la revista Bética (1913-1917), pronto frecuentó el Ateneo hispalense y en 1920 comenzó los estudios de derecho en la Universidad de Sevilla.
De 1923 y 1925 datan, respectivamente, sus tempranas novelas cortas La tristeza del Conde Laurel y Hermanita Amapola, publicadas en la colección “La novela del día”, dirigida por su amigo Miguel Romero Martínez. En 1924 apareció Prosarios, su primer y aún modernista libro de prosa poética, donde, junto a la influencia de los ismos contemporáneos, se aprecia cierto clasicismo formal y, sobre todo, una marcada presencia de Eugenio D’Ors. En junio de 1926 fundó la revista Mediodía, de la que fue redactor jefe y uno de sus más asiduos colaboradores. En estas coordenadas generacionales se inscribe plenamente su siguiente libro, Sombra apasionada (1929), compilación de su labor creadora de 1925 a 1927 en la que se combinan el verso y una prosa intuitiva con resonancias de Gabriel Miró, a quien iba dedicado el volumen.
Desde 1934 desempeñó la función de director conservador de los Reales Alcázares de Sevilla, cargo en el que fue confirmado en 1943 y que ocupó hasta su muerte. Convertido en un referente fundamental de la vida cultural sevillana, en 1935 organizó una lectura del Llanto por Ignacio Sánchez Mejías de Federico García Lorca, a cuya trágica muerte aludió en su libro Siete romances (1937), uno de los dos que publicó durante la Guerra Civil (1936-1939); en el prólogo al segundo, Sevilla en los labios (1938), declaraba su rechazo al localismo en pro de una “Sevilla universal”, detenida en el tiempo.
Discurso de la mentira (1943) fue el primero de un buen número de libros de posguerra desviados hacia la vertiente poética, evocadores de cosas y tiempos pasados a través de una nostalgia sevillana que recuerda al Bécquer de las Leyendas: Ya es tarde (1948), Memoriales y divagaciones (1950), Pueblo lejano (1950) y Los cielos que perdimos (1959). En cuanto al verso, a partir de Canción del amante andaluz (1941) afianzó su clasicismo formal, anticipándose a la renovación del grupo de la revista Garcilaso y, al mismo tiempo, profundizando en su andalucismo hasta el punto de emplear la estructura de la qasida y el zéjel arábigo-andaluces en Kasida del olvido (1945) y en Tierra y canción (1948).
Sus últimos años los dedicó por entero a la literatura y al embellecimiento de los jardines del Alcázar, donde apadrinó tertulias y vivió rodeado de una corte de refinados poetas e intelectuales. En 1964 recibió el Premio Ciudad de Sevilla por la biografía del caballero Francisco de Bruna y Ahumada, personaje que ya había sido objeto de su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría (1941).