martes, 14 de octubre de 2014

Velázquez y Las Meninas



Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, pintor barroco español, nació en Sevilla en 1599. A los once años inicia su aprendizaje en el taller de Francisco Pacheco donde permanecerá hasta 1617, cuando ya es pintor independiente. Al año siguiente, con 19 años, se casa con Juana Pacheco, hija de su maestro, hecho habitual en aquella época, con quien tendrá dos hijas. Entre 1617 y 1623 se desarrolla la etapa sevillana, caracterizada por el estilo tenebrista, influenciado por Caravaggio, destacando como obras El Aguador de Sevilla o La Adoración de los Magos. Durante estos primeros años obtiene bastante éxito con su pintura, lo que le permite adquirir dos casas destinadas a alquiler.

En 1623 se traslada a Madrid donde obtiene el título de Pintor del Rey Felipe IV, gran amante de la pintura. A partir de ese momento, empieza su ascenso en la Corte española, realizando interesantes retratos del rey y su famoso cuadro Los Borrachos. Tras ponerse en contacto con Peter Paul Rubens, durante la estancia de éste en Madrid, en 1629 viaja a Italia, donde realizará su segundo aprendizaje al estudiar las obras de Tiziano, Tintoretto, Miguel Ángel, Rafael y Leonardo. En Italia pinta La Fragua de Vulcano y La Túnica de José, regresando a Madrid dos años después. La década de 1630 es de gran importancia para el pintor, que recibe interesantes encargos para el Palacio del Buen Retiro como Las Lanzas o los retratos ecuestres, y para la Torre de la Parada, como los retratos de caza. Su pintura se hace más colorista destacando sus excelentes retratos, el de Martínez Montañés o La Dama del Abanico, obras mitológicas como La Venus del Espejo o escenas religiosas como el Cristo Crucificado.

Paralelamente a la carrera de pintor, Velázquez desarrollará una importante labor como cortesano, obteniendo varios cargos: Ayudante de Cámara y Aposentador Mayor de Palacio. Esta carrera cortesana le restará tiempo a su faceta de pintor, lo que motiva que su producción artística sea, desgraciadamente, más limitada. En 1649 hace su segundo viaje a Italia, donde demuestra sus excelentes cualidades pictóricas, triunfando ante el papa Inocencio X, al que hace un excelente retrato, y toda la Corte romana. Regresa en 1651 a Madrid con obras de arte compradas para Felipe IV.

Estos últimos años de la vida del pintor estarán marcados por su obsesión de conseguir el hábito de la Orden de Santiago, que suponía el ennoblecimiento de su familia, por lo que pinta muy poco, destacando Las Hilanderas y Las Meninas. La famosa cruz que exhibe en este cuadro la obtendrá en 1659. Tras participar en la organización de la entrega de la infanta María Teresa de Austria al rey Luis XIV de Francia para que se unieran en matrimonio, Velázquez muere en Madrid el 6 de agosto de 1660, a la edad de 61 años.


Las Meninas (1656) de Diego de Velázquez es la obra cumbre de la pintura española, y una de las pinturas más importantes del arte universal. Es probablemente el cuadro más comentado, discutido, analizado e imitado de la historia.

El cuadro representa una escena diaria en la vida de palacio en la época de Felipe IV. En la composición podemos ver a la Infanta Margarita en el centro, acompañada por su damas (Meninas), a Doña Marcela de Ulloa que habla con Diego Ruíz Azcona, al propio Velázquez pintando, en la parte posterior aparece, en una puerta, José Nieto Velázquez y en la pared del fondo hay un espejo donde se ven reflejados los monarcas Felipe IV y Mariana de Austria.

En esta pintura Velázquez muestra en todo su esplendor su maestría en el manejo del claroscuro y de la luz. Los puntos de luz iluminan a los personajes estableciendo un orden en la composición. La luz que ilumina la estancia desde el lado derecho del cuadro centra la mirada del espectador en el grupo principal, y la puerta abierta del fondo, con el personaje a contraluz, es el punto de fuga de la perspectiva.

El espejo donde está el reflejo de los monarcas es una pieza clave, porque ese espejo transforma al espectador en parte integrante del cuadro, de la composición. Los reyes están esbozados con pinceladas rápidas, así el reflejo es el reflejo del espectador.

Pero muchos críticos se preguntan cuál es el sentido real del cuadro, qué significa esta escena. Hay dos teorías:

La primera viene a decir que en esta escena Velázquez está haciendo un retrato de los reyes, que están posando y por eso están reflejados en el espejo. En ese momento la infanta Margarita, personaje principal de la obra, ha entrado en la sala con sus damas para ver el trabajo del pintor.

La segunda teoría es contraria. Según esta serían los reyes los que han irrumpido en la sala. No podemos saber qué está pintando Velázquez. La infanta está mirando al niño que juega con el perro mientras una de las damas le está sirviendo agua. La llegada de los reyes no ha sido notada por todos, y poco a poco se van dando cuenta de su presencia y van girando las cabezas hacia los monarcas. Incluso una de las meninas, la que está situada detrás de la Infanta, ha comenzado a hacer una reverencia. La Infanta acaba de darse cuenta de que sus padres están en la sala, su cabeza está dirigida hacia el niño que juega con el perro, mientras que sus ojos ya están dirigidos hacia los reyes. Todo el cuadro está en movimiento.

Hay que añadir que la composición sigue perfectamente lo que se conoce como La Espiral de Durero, que partiría del pecho de la infanta y terminaría en la lámpara que está situada sobre Velázquez.

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